jueves, 4 de octubre de 2012

Reparto de los derechos de televisión del fútbol

El fútbol español tiene dos problemas: el reparto de los derechos de televisión y el endeudamiento. Ambos tienen solución, si se emplea la estrategia apropiada. De esa solución depende la viabilidad a medio y largo plazo de los principales clubes españoles. Seguidamente se mostrarán los pasos prácticos a seguir para lograr la equidad y el saneamiento económico.


Los derechos de televisión
 
Un reparto más equitativo de los ingresos por la retransmisión de partidos por televisión pasa por que los contratos con los operadores no sean negociados individualmente, sino en conjunto por la Liga de Fútbol Profesional. Esta opción cuenta con el rechazo frontal de los dos clubes más beneficiados por el sistema actual, el Real Madrid y el F.C. Barcelona, apoyados en la mayoría de los clubes de la segunda división. Cualquier propuesta de solución debe anular este escollo para ser viable. El único camino factible es la unión de los dieciocho clubes de primera división (se exceptúan, obviamente, el Real Madrid y el F.C. Barcelona) y el mayor número posible de clubes de la segunda división, aunque la participación de estos últimos no es necesaria, solo conveniente. Los dieciocho clubes de primera negociarán conjuntamente y de manera privada, sin la asistencia de la LFP, los derechos de televisión de todos los partidos de primera en los que se enfrenten entre ellos. De este modo, solo se les deja al Real Madrid y al F.C. Barcelona la posibilidad de negociar por los dos partidos que disputan entre ellos. El resto de los partidos entre el Real Madrid y el F. C. Barcelona no podrían ser televisados. Puesto que a nadie le interesa dejar de percibir el dinero que esos partidos generan, la negociación sería obligatoria. Pero...

En la práctica, sin embargo, el Real Madrid y el F. C. Barcelona podrían intentar vender por su cuenta los derechos de todos los partidos que se jugaran en el Camp Nou y en el Santiago Bernabéu, sin compensar a sus rivales por sus derechos de imagen. Este movimiento sería contrarrestado por el resto de clubes haciendo lo propio y vendiendo los derechos de los partidos que el Real Madrid y el F. C. Barcelona jugaran fuera de casa. Este método es el habitual que se sigue para el reparto de las taquillas de cada partido y la explicación de por qué hay doble vuelta en las competiciones deportivas. El Real Madrid y el F.C. Barcelona dejarían de cobrar 71 millones de euros cada uno; cantidades que pasarían a engrosar los ingresos del resto de clubes. Para hacernos una idea del impacto económico que el nuevo reparto tendría en la primera división lo vamos a comparar con el reparto actual en una tabla. Nótese que a diferencia de la transparencia con que la liga europea que mejor explota sus derechos de televisión, la Premier League, hace públicas las cifras cobradas por cada club, la LFP española no facilita ningún dato oficial (puesto que los contratos son individuales de cada club) y los importes, por tanto, solo pueden ser aproximados.

Tabla con las cantidades aproximadas cobradas por los clubes de primera división comparadas con la hipótesis de que el Real Madrid y el F.C. Barcelona solo puedan explotar los partidos jugados como anfitriones:


Más adelante hablaremos sobre propuestas de reparto de derechos en caso de negociación conjunta. Se analizará el caso de la Champions League y el de la Premier League. Baste decir por ahora que las hipótesis de reparto se han basado en el modelo y los porcentajes de la Premier League inglesa, la liga europea con el reparto más equitativo. En la tabla superior se ve como la realidad de la temporada 2011/12 ha arrojado una distribución poco ecuánime de los ingresos por retransmisión de partidos (142 millones de euros para el Real Madrid y el F.C. Barcelona y tan solo 10 millones para el Rayo). Con la hipótesis manejada de que el Real Madrid y el F.C. Barcelona traten de explotar por su cuenta los partidos jugados en sus feudos y el resto de los partidos se exploten conjuntamente por los demás equipos de la primera división repartiendo el dinero en la misma proporción en la que se reparte en la Premier League, observamos que la división es más equilibrada, reduciéndose las diferencias entre mejor y peor pagado desde los 132 millones hasta los 48. Se observa que aplicando el modelo inglés a la liga española, todos los equipos ganan más excepto el Atlético de Madrid y el Valencia. Puesto que los objetivos perseguidos son más ambiciosos y esta es solo una fase intermedia de la negociación, se podría hacer una corrección de los resultados restando dos millones a los siete equipos que reciben menos dinero, que son los que más han visto incrementados sus ingresos y un millón al octavo, para dárselos al Atlético de Madrid y al Valencia. De esta manera, no verían mermados sus ingresos con esta propuesta de reparto y sería más fácil sumarlos a la causa. Veamos la nueva hipótesis como una columna nueva en la tabla anterior:


Con esta corrección conseguimos que solo pierdan el Real Madrid y el F.C. Barcelona y el resto de los equipos se queden como estaban o ganen. Es importante negociar una distribución de los derechos en cuyas primeras fases todos ganen o, al menos, no pierdan. Con ello se alcanza más fácilmente el consenso y se minimiza la posibilidad de que algún equipo se quiera salir del grupo, lo cual iría contra los intereses económicos generales.

Yendo un paso más allá en busca de la estrategia óptima, en caso de que el Real Madrid y el F.C. Barcelona decidieran vender por su cuenta lo derechos de los partidos jugados en sus campos, sería necesario, además de hacer lo mismo, interponer una demanda judicial. Pero, si los 18 equipos restantes de primera hacen lo mismo, es decir, venden los derechos de los partidos jugados en sus campos contra el Real Madrid y el F.C. Barcelona sin compartir las ganancias con ellos, ¿cómo podrán presentar una demanda por explotación impropia de derechos? La idea es que la demanda solo la presenten dos equipos: el primero que visite el campo de cada uno de los dos grandes y vea que se retransmite el partido sin compartir derechos. Estos dos equipos no permitirán que se retransmita su partido en casa de la segunda vuelta contra el Real Madrid y el F.C. Barcelona. Así, los demás equipos pueden ganar dinero comercializando sus partidos con el Real Madrid y el F.C. Barcelona, mientras la vía judicial sigue su camino hasta sentar precedente para futuras ocasiones. El resto de los 18 clubes deben compartir equitativamente con los dos demandantes las ganancias por lo que dejan de percibir al no comercializar sus partidos contra el Real Madrid y el F.C. Barcelona. Así mismo, cuando la sentencia sea firme, los supuestos beneficios obtenidos serán igualmente repartidos. La denuncia deberá ser solidaria ante el club y el operador televisivo.

Tanto si la demanda es necesaria o no, lo importante es que es disuasoria. Lo que más miedo puede causar al Real Madrid y al F.C. Barcelona es una verdadera Liga democrática en la que el duopolio actual sea superado gracias a la unión y organización del resto de clubes que forman una mayoría. Por eso, el secreto de las conversaciones en determinado punto dejará de ser importante. Una vez que el acuerdo para actuar unidos sea firme, se le puede dar publicidad para que el Real Madrid y el F.C. Barcelona vayan madurando la idea. En un escenario en el que muchos clubes acaban de firmar contratos con operadores de televisión por tres años, que el Real Madrid y el F.C. Barcelona sepan de la intención de revertir esta situación cuando toque firmar un nuevo contrato facilitará su predisposición a negociar o, al menos, evitará que cuando los hechos se impongan, no se pueda alegar falta de tiempo para estudiar la propuesta.


Estrategia de negociación
  1. El proceso debe empezar lo antes posible. El objetivo último es a tres temporadas vista, cuando acaban los últimos contratos firmados de televisión. Pero, cuanto antes se cierren acuerdos, antes se podrá presionar al Real Madrid y al F.C. Barcelona y sensibilizarlos de que, si no se llega a un acuerdo voluntario, el forzoso será más perjudicial para sus intereses.
  2. Inmediatos contactos entre los clubes de primera (excepto el Real Madrid y el F.C. Barcelona) y habituales de segunda para conocer la predisposición de cada uno ante la propuesta. No es necesario dar conocimiento del curso de las negociaciones a la LFP.
  3. Los primeros contactos deben desembocar en una reunión de todos los clubes excepto el Real Madrid y el F.C. Barcelona. Es bueno que asistan incluso los que no sean partidarios de esta iniciativa, para que expliquen sus motivos o para intentar convencerlos. Es bueno saber los motivos de los clubes reacios, porque si son razonables, incorporarlos a la propuesta puede servir para mejorarla y, en todo caso, para conocer las dificultades a las que se enfrentará. Además, cualquier club que se niegue a ganar más dinero sin una explicación clara, puede esconder intereses oscuros o estar atado por acuerdos privados previos. Es bueno saber cuáles son estos clubes. De haber una mayoría suficiente, a los indecisos se les puede presionar con excluirlos del contrato común.
  4. Una vez llegados todos al acuerdo de actuar conjuntamente en la defensa de los intereses de los 18 clubes de primera y, tal vez, de algunos de segunda, es necesario ratificarlo en un contrato de actuación conjunta con fuertes cláusulas de penalización, que solo se pueda romper por mayoría. Con esto se evitará que el Real Madrid y el F.C. Barcelona intenten, a cambio de beneficios económicos, atraerse a algunos clubes para romper la unidad de acción. Estos clubes se enriquecerían individualmente sustrayendo beneficios del resto de los equipos. Las cláusulas de penalización son vitales, porque si a mitad del proceso negociador, algunos clubes lo abandonan unilateralmente, el resto puede estar seguro de que su situación será peor que antes de empezarlo, puesto que es altamente probable que los clubes que abandonaran el consenso lo hicieran a cambio de un trato económico favorable a costa del resto.
  5. Este es el momento de presentar la propuesta en la LFP. La mayoría de clubes de segunda y el Real Madrid y el F.C. Barcelona desestimarán cualquier acuerdo. Pero ya no se busca un acuerdo de la LFP. Solo se expone ahí para el conocimiento general. Se le da publicidad a la posición de la mayoría de los clubes de primera (todos menos dos) y lo que se pretende es un acuerdo privado al margen de la LFP para la explotación conjunta de los derechos de televisión.
  6. Si no hay acuerdo para la negociación conjunta del siguiente contrato, se advierte a la LFP de que los 18 clubes de primera seguirán adelante con su propósito.
  7. Un año antes de finalizar los contratos vigentes se inician los contactos con los operadores televisivos avisándoles de que el paquete que se va a negociar excluye los partidos del Real Madrid y el F.C. Barcelona, que se negociarán aparte y en el futuro, en todo caso. Durante la negociación se puede pedir presupuesto para el resto del paquete (los 72 partidos que el Real Madrid y el F.C. Barcelona juegan con el resto de equipos de primera) o para la mitad (los 36 partidos que el Real Madrid y el F.C. Barcelona juegan en campo contrario, excluidos los que juegan entre ellos mismos). Esta negociación es importante, para que al operador de televisión le quede claro que no puede negociar solo con el Real Madrid y el F.C. Barcelona, porque el resto de los equipos le van a pedir lo mismo que le ofrezcan a los dos grandes). Solo se negociará una temporada, previendo que en la siguiente las condiciones serán distintas y se estará en otro statu quo, mejor o peor, pero distinto.
  8. Llegada la primera jornada de liga, todos los partidos se televisan normalmente y con contrato excepto los del Real Madrid y el F.C. Barcelona. Si estos dos equipos inician la liga fuera de casa, esos dos primeros partidos no se televisan, pues no se tienen los derechos de retransmisión. Se espera a que tanto el Real Madrid como el F.C. Barcelona jueguen en su campo. Si por su cuenta dan permiso para la retransmisión en su campo sin compartir los derechos, se denuncia el hecho en el juzgado la primera vez que lo hagan, es decir, se denunciará una vez a cada uno de los dos equipos. Posteriormente se subasta el resto del lote de los partidos que el Real Madrid y el F.C. Barcelona vayan a jugar fuera de casa. Se pide un precio conjunto orientativo por todos los partidos, pero los contratos se firman jornada a jornada. Con esta estrategia los 18 clubes consiguen, al menos, que el Real Madrid y el F.C. Barcelona obtengan solo la mitad de sus ingresos previstos y se embolsan ellos mismos la otra mitad casi íntegra, mientras los dos procesos judiciales siguen su curso. Todo el dinero extra obtenido debe ir, por supuesto, a una caja común y ser repartido en la proporción prevista por méritos o clasificaciones, incluidos los dos equipos que interpusieron las demandas judiciales. El reparto común de lo que se saque por los partidos del Real Madrid y el F.C. Barcelona no es necesario hacerlo público, para evitar complicaciones legales en los dos juicios. Los derechos de esos partidos los pueden negociar todos los equipos menos los dos denunciantes. Estos obtendrán su cuota de los ingresos mediante sendos contratos particulares con el resto del grupo. No negociarán directamente con el operador de televisión.
  9. Cuando se esté cerca de llegar a un acuerdo con el Madrid y el Barça, estos presionarán para que se retiren las demandas antes de la firma. Esto será innegociable por dos motivos: primero, porque las sentencias servirán de amenaza si alguna vez se vuelve a intentar romper la negociación conjunta; y, segundo, porque la indemnización servirá para compensar el todavía injusto reparto de derechos: con la mitad de 142 millones, el Madrid y el Barça seguirán cobrando mucho más que el resto. Las sentencias son las llaves para un verdadero reparto justo.
  10. En las demandas se debe pedir una indemnización cuantiosa, para que al Real Madrid y al F.C. Barcelona no les quede más remedio que litigar y no se sientan tentados de pagar la cantidad demandada para no verse atrapados de por vida por dos sentencias que de llegar al Supremo sentarían precedente.
  11. En este punto el Real Madrid y el F.C. Barcelona estarían cobrando 71 millones de euros cada uno y el resto de equipos cobrando más, excepto Atletico de Madrid y Valencia. Como ya se ha explicado, si transitoriamente fuera necesario, se podrían distribuir los ingresos de manera que tanto el Atlético de Madrid como el Valencia no vieran disminuidos sus ingresos con el cambio y los demás equipos ganaran más. De este modo se incentivaría al Atlético de Madrid y al Valencia a colaborar con el grupo.
  12. Con este statu quo ya se aumentan los ingresos sustancialmente. Las sentencias, por su parte, darán garantía jurídica en un doble sentido: Si son favorables al Real Madrid y al F.C. Barcelona, es decir, si consideran que es legal que cada equipo comercialice los partidos disputados en su casa sin compensar al equipo visitante, entonces significa que la próxima temporada cada equipo de primera división puede comerciar con un partido del Madrid y otro del Barça a la hora de vender los derechos de televisión. Legalizará el hecho de que cada club comercialice por su cuenta los partidos disputados en su propio campo al estilo de lo que se hace con las taquillas de los partidos. Si la sentencia falla que esos derechos deben ser negociados entre los dos equipos que disputan el partido, estaríamos en la posición que andábamos buscando y el Real Madrid y el F.C. Barcelona no podrían explotar por su cuenta ni siquiera los derechos de los partidos ligueros en su campo. Deberían buscar un acuerdo con el resto de equipos. Evitar este acuerdo es lo que ha posibilitado que tan solo dos equipos, el Real Madrid y el F.C. Barcelona, negocien por el 45% de los derechos de televisión, dejando el restante 55% a repartir entre 18 equipos.
  13. En la siguiente temporada ya habrá más seguridad jurídica para volver a negociar otro contrato nuevo basado en las nuevas condiciones.

Fundamentos

Alguien se podría preguntar cómo puede ser injusto un reparto de derechos televisivos en el que cada equipo ha negociado libremente con los operadores de televisión y ha obtenido el precio de los partidos según las leyes de la libre competencia. En efecto, los 628 millosnes que se estima que han pagado los operadores televisivos a los clubes son precios dictados por la oferta y la demanda. Y hasta ahí, y no más allá, llega la eficiencia del mercado para establecer precios. La perversión del mercado futbolístico llega por el hecho de que se retransmiten partidos (de dos equipos, por tanto), mientras que lo que se negocian son derechos individuales de equipos. El mercado (los operadores televisivos y también los clubes) sabe con bastante precisión cuánto vale un partido, lo que no sabe es cuánto hay que dar a cada equipo que lo juega. No tiene la misma audiencia un Real Madrid - F.C. Barcelona que un Real Madrid - Málaga y, mucho menos, que un Real Madrid - Peña Sport. Las recientes declaraciones de Sandro Rosell, el presidente del F.C. Barcelona, en el sentido de que en una Cataluña independiente, su equipo no tendría ningún inconveniente en jugar la liga española, no son sino un reconocimiento de este hecho. El F.C. Barcelona preferiría jugar en la liga española a pesar de que en una liga catalana tendría asegurado el título y la clasificación automática para la Liga de Campeones año tras año. Lo que no tendría asegurado es el ingreso por derechos televisivos. Pues los operadores no pagarían 142 millones de euros al F.C. Barcelona por enfrentarse al Espanyol junto con el Terrasa, el Sabadell o el Mataró en vez de enfrentarse al Atlético de Madrid, al Valencia, al Sevilla, al Athletic Club o al Osasuna. Un club, por importante que sea y por muy buenos jugadores que tenga, necesita de rivales de categoría para lucir todo su esplendor. En caso contrario, los partidos se asemejan a amistosos, que tienen menor tirón de audiencia.

Ni siquiera el argumento de que los partidos del Real Madrid y el F.C. Barcelona tienen más audiencia que los del resto de equipos es un argumento incontrovertido. Es un hecho y, como tal, no se puede negar, pero sí, interpretar. El Real Madrid y el F.C. Barcelona tienen más espectadores porque tienen el dinero para comprar a los mejores jugadores. Porque mientras ambos equipos pueden comprar a Daniel Alves, Adriano, Keita y Sergio Ramos al Sevilla; a Villa, Jordi Alba y Raúl Albiol al Valencia; estos dos equipos se veían obligados a vender a esos jugadores y a Mata, Silva, Isco, Luis Fabiano, etc.. Baste un dato: el Valencia podría pagar toda su deuda en cuatro años solo con cobrar los mismos derechos de televisión que el Real Madrid y el F.C. Barcelona.

La relación causal entre dinero y audiencia salió a la luz en toda su claridad cuando en plena lucha de las plataformas televisivas de los 90 (Canal Digital y Vía Digital), Augusto César Lendoiro esperó a ser el último en firmar el contrato del Deportivo de la Coruña, pudiendo negociar la tercera mejor cantidad para su club. De esa negociación, salió el germen del poderío económico del Superdépor que acabaría ganando una liga y dos copas del rey, cuando había vivido toda su vida no a la sombra del Real Madrid y el F.C. Barcelona, sino del mismo Celta de Vigo. Tampoco es fácil olvidar los problemas que el Valencia de Ariel Ortega y Claudio López le causaba al F.C. Barcelona, cuando los derechos de televisión estaban mejor distribuidos.

Mientras no haya un acuerdo para el reparto de los derechos televisivos de un partido, se puede empezar a negociar partiendo de la base de un 50% para cada equipo. A partir de ahí se pueden incluir factores correctores como la posición en la tabla o el número de espectadores que siguen a cada equipo. Cualquier modelo menos el actual. Sin ir más lejos ni salir del fútbol español, podemos ver un modelo más equitativo que sigue funcionando: la taquilla de cada partido disputado se la embolsa íntegra el equipo local, sin compartir un céntimo con el visitante; y lo propio sucede en el partido de vuelta. No importa qué equipo tiene más seguidores o cuál tiene a los mejores jugadores. Este podría ser un buen punto de partida para iniciar la negociación de los derechos de televisión y la transición hacia un modelo más equitativo: partir para empezar de una situación en la que cada equipo se lleva todos los ingresos de los partidos jugados en su campo. Desde ese punto, se debería negociar hacia una equidad mayor todavía. Pero ningún acuerdo debería cerrarse si ese punto mínimo no es alcanzado.

Por supuesto, no se puede hacer un análisis del reparto actual de los derechos de televisión sin mencionar la responsabilidad de los clubes perjudicados. Que 18 clubes de primera división acepten un reparto en el que el Real Madrid y el F.C. Barcelona se lleven el 45% de los ingresos sin juntarse para negociar y hacer valer sus intereses por el desconocimiento de una estrategia ganadora, casi solo se puede calificar como dejación de sus responsabilidades. Y el momento actual, en el que las deudas de los clubes los han abocado a situaciones extremas, es el punto idóneo para adoptar estrategias audaces, ya que las habituales los han llevado a donde están. 


Modelos de reparto

El modelo más equitativo de los conocidos es el de la Premier League inglesa. La negociación es conjunta y el reparto agregado es el siguiente:
- 50% repartido en partes iguales para todos los clubes.
- 25% repartido en proporción al número de partidos televisados en directo.
- 25% repartido en proporción a la clasificación.
- Los pagos por derechos vendidos al extranjero se reparten por igual entre todos los clubes.
Las cifras oficiales, públicas para todo aquel que las quiera ver, se muestran en la tabla siguiente convertidas en euros:


Lo que se ve en la tabla es lo siguiente (por columnas):
  • Rank: Clasificación a final de temporada.
  • TV: Número de partidos televisados en directo (no se televisan todos en directo).
  • Igual: El reparto a partes iguales del 50% de los ingresos entre los 20 clubes de la Premier League y 7 de la Football League Championship (la segunda división inglesa), para atenuar el impacto económico del descenso. Cada club de la Premier League cobró en la temporada 2011/12 por este concepto 17.204.369 euros.
  • Televisados: El 25% del presupuesto se reparte en función del número de partidos televisados en directo a cada equipo. Por ejemplo, al Queen Park's Rangers, que quedó en la posición 17 en la liga, le retransmitieron 14 partidos en directo como se puede ver en la columna TV y cobró más por este concepto que el Everton, 7º en la clasificación, al que solo le retransmitieron 10.
  • Posición: En esta columna se reflejan los ingresos en función de la clasificación. Se empieza pagando 942.144 euros al último clasificado y la cantidad sube en esa misma cuantía por cada posición que ascendemos en la tabla.
  • Extranjero: La cantidad percibida (igual para todos los clubes) por la explotación de los derechos de televisión en el extranjero. A algunos de los clubes descendidos se les sigue dando una compensación. Cada club de la Premier League cobró por ese concepto 23.413.960 euros.
Como podemos ver en la última columna, el Mancheste City, el campeón, solo gana un 50% más que el que menos gana. Lo que convierte a la Premier League en la liga europea que reparte los derechos más equitativamente. Mientras que en la Liga española, los que más ganan, el Real Madrid y el F.C. Barcelona, ganan unas 14 veces más que el menos beneficiado por los contratos. En la tabla siguiente se ve mejor:


En Inglaterra, pues, a la hora de repartir se discrimina solo en función de la clasificación y del número de partidos retransmitidos en directo. Como en España todos los partidos son retransmitidos en directo, se podría adaptar el market pool que usa la UEFA en sus competiciones. En la Liga de Campeones de la UEFA, por ejemplo, todos los equipos reciben lo mismo por superar eliminatorias. Pero al pasar la fase de grupos se hace una corrección que puede ser cuantitativamente importante y que pondera la importancia del mercado televisivo de la liga nacional en la que juega cada club. Así, mientras el Chelsea que ganó la final recibió por este concepto 30.035.000 euros, el Bayern de Múnich, el otro finalista, ingresó 14.830.000 euros; menos de los 18.569.000 del Inter de Milán, eliminado en octavos.

En España se podría pensar en un reparto en el que una cantidad fija se entregara por igual a todos los clubes, otra dependiera de la clasificación final y una última del número de espectadores que ven los partidos de cada club. De seguir el ejemplo de la Premier League, esos porcentajes serían 50, 25 y 25.

Una forma más clara de ver lo injusto que es el reparto de los derechos de televisión que se hace en España es ver cómo se repartirían los 628 millones de euros que genera la liga española si se repartieran siguiendo los porcentajes de la liga inglesa. Y, a la vez, ver cómo se quedarían repartidos los 1.208 millones de euros que genera la liga inglesa siguiendo las proporciones de la liga española. Vamos a verlo en la siguiente tabla:


Dos aspectos de esa tabla sorprenden a primera vista. El primero es lo poco que ganarían el Real Madrid y el F.C. Barcelona. El hecho es debido a que los derechos de la liga española (628 millones de euros) se venden a la mitad del valor de los de la liga inglesa (1208 millones). Esto se debe a diversas causas:
  • Menor población de España (47 millones de habitantes) respecto al Reino Unido (62 millones).
  • Menor poder adquisitivo de la población española respecto a la inglesa. La renta per capita española se estimó en 2011 en 32.000 dólares, por los 38.000 dólares del Reino Unido.
  • Mejor comercialización de la Premier League en el extranjero. Fuera del Reino Unido obtiene 468 de los 1.208 millones de euros que se reparten los 20 clubes que participan en la Premier League. De la Liga española no hay datos, pero no serán muy boyantes, es de suponer.
El otro aspecto que sorprende de la tabla son los descomunales ingresos que tendrían los dos primeros clasificados de la Premier League en caso de seguir las proporciones del reparto de la liga española. El Manchester City se embolsaría 273 millones de euros y el Manchester United, 272. Imposible competir con ellos en esas condiciones.

Podría pensarse que, dados los pocos ingresos que genera la liga española (628 millones de euros), un reparto más equitativo a la inglesa no permitiría que el Real Madrid y el F.C. Barcelona pudieran competir en igualdad de condiciones en Europa. Nada más lejos de la realidad. Veamos la lista que anualmente elabora la consultora Deloitte de los clubes de fútbol con más ingresos del mundo:


Como se puede observar en la tabla, el Real Madrid y el F.C. Barcelona encabezan la lista con bastante holgura, casi tanta, por no decir exactamente la misma, que la derivada del mayor ingreso de derechos de televisión. Hagamos un ejercicio de ficción y veamos cómo quedaría la lista de clubes con más ingresos del mundo si en la liga española hubiera un reparto de ingresos televisisvos tan equitativo como lo hay en Inglaterra:


En efecto, la situación no es tan grave. El Real Madrid seguiría siendo el club con más ingresos del mundo y el F.C. Barcelona, el tercero por detrás del Manchester United. Nada les impediría a los dos clubes más grandes de España seguir compitiendo en Europa en igualdad de condiciones con los más grandes. Es más, en este caso sí competirían en igualdad de condiciones, no como hasta el momento en que sacan ventaja de una distribución muy poco equitativa de los derechos de televisión.

Todavía queda un escenario por analizar, sin embargo, para comprender en toda su dimensión la ventaja que tienen el Real Madrid y el F.C. Barcelona derivada del particular reparto de derechos de televisión de la liga española. Si la liga inglesa cediera a los impulsos individualistas de la española a la hora de negociar los contratos televisivos y los derechos se repartieran en la misma proporción que en España, mientras en España se repartieran tal como se hace en Inglaterra, la lista de clubes por ingresos variaría significativamente. Veámoslo en la siguiente tabla:


En tal escenario veríamos como los clubes ingleses más importantes disfrutarían de la ventaja de un reparto desigualmente concentrado; la misma ventaja con la que cuentan el Real Madrid y el F.C. Barcelona en la actualidad.

La Premier League vende su liga con el slogan: "Donde cualquiera puede ganar a cualquiera". Si queremos tener en España una liga de verdad y no un paseo militar, como aquellas ligas de baloncesto de los 70 en las que el título se disputaba en los dos partidos que enfrentaban al Real Madrid y al F.C. Barcelona; es necesario un reparto más justo de los derechos televisivos. El Real Madrid y el F.C. Barcelona ya tienen un presupuesto suficientemente grande en relación al resto de los equipos españoles como para necesitar aumentar las diferencias con los contratos de televisión. El Real Madrid y el F.C. Barcelona seguirán teniendo los presupuestos más grandes del fútbol español y, probablemente, del mundo; tendrán los mejores patrocinadores, la mayor cantidad de socios que llenen sus estadios y venderán más camisetas que nadie. Sumarle a esas ventajas el discutible reparto de las televisiones, haría de la liga un duopolio en el que sería imposible competir.

La salud de la Liga española pasa por mejorar su explotación en el extranjero. El mercado mundial está prácticamente copado por la Premier League que cuenta con la ventaja de los restos culturales de la influencia del imperio británico. Continentes como África, Asia y Oceanía han caído rendidos al espectáculo de la Premier League debido a los lazos que quedan entre las colonias y la metrópoli (en unos países), por la influencia de esas colonias en los países de alrededor y por los viajeros británicos que pueblan el planeta por trabajo o por placer. Así recoge la Premier League la distribución de su audiencia por continentes manejando datos estimados de población de entre 16 y 69 años :


Lo que se observa es que aparte de Estados Unidos y Canadá, donde el fútbol como espectáculo no ha calado entre la población, y Asia; Latinoamérica es el mercado en el que más le cuesta penetrar a la Premier League. Representa el 8% de la población, pero solo el 5.7% de la audiencia. Ese es el mercado exterior prioritario para la expansión de la liga española. Ha sido un mercado tradicionalmente orientado al Calcio italiano, que era donde desembarcaban las figuras locales en busca de mejores sueldos. Ahora que la liga italiana está en decadencia, es el momento de aprovechar nuestros lazos culturales y lingüísticos con los países latinoamericanos para ocupar su espacio. Pero va a ser muy difícil si solo hay jugadores buenos en dos equipos y, en cuanto uno destaca, no hay forma de que su club pueda retenerlo económicamente. Si los únicos partidos interesantes de la liga son los del Real Madrid y el F.C. Barcelona, esos países preferirán la Champions League, donde la incertidumbre por el resultado es mayor. El verdadero espectáculo del fútbol se da cuando se enfrentan dos equipos nivelados.

Estamos viviendo un momento único para la expansión de la liga española en otros continentes, pero no hemos sabido rentabilizar el hecho de que el fútbol español es la referencia internacional, que el F.C. Barcelona ha asombrado al mundo por su estilo de juego y que la selección española ha ganado dos Eurocopas seguidas y es, por fin, campeona del mundo. Si no se aprovecha el apogeo del fútbol español para venderlo fuera de nuestras fronteras en esta coyuntura, se habrá dejado pasar una oportunidad histórica.


Saneamiento económico de los clubes

De nada servirá un mejor reparto de los derechos de televisión y un incremento de la recaudación por esos derechos en el exterior, si no se frena el endeudamiento. El límite de la libre competencia debe ser la deuda. No es necesario discutir este hecho pues todos los clubes deben estar de acuerdo. Con o sin deuda, solo un equipo va a ganar la liga y tres van a descender. La unidad de los clubes de primera para negociar en conjunto los derechos de televisión debe ser la semilla que posibilite el acuerdo para autoimponerse normas firmes contra la deuda. Esas normas deben implicar descensos de categoría a los incumplidores.

Si los clubes se ponen de acuerdo en un nuevo reparto de los derechos de televisión, el incremento que supondría para los clubes más pequeños, les haría poder enjugar su deuda rápidamente. Quedarían los clubes con mayor presupuesto, que deberían seguir estrategias de austeridad. Si el nuevo reparto de derechos no viene acompañado de una voluntad firme regulada por normas contundentes, todo el dinero extra que vean los clubes saldrá con la misma velocidad con la que entre.

El nuevo reparto de los derechos de televisión es una oportunidad única para que los clubes paguen sus deudas y se alcance un consenso firme para regular su endeudamiento. Un régimen disciplinario estricto de sanciones administrativas y descenso para los clubes que no mantengan un balance equilibrado es la única manera de evitar los números rojos y la espiral de endeudamiento que empieza por un club debiendo un poco para comprar un jugador mejor y acaba con todos en el concurso de acreedores.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Lengua e historia, evolución

"No habitamos un país, habitamos una lengua", Emile M. Cioran.

Desde que el lenguaje se coló por la rendija que le brindaban las cuerdas vocales, la lengua ha evolucionado paralelamente a la historia del hombre. El lenguaje, "un sistema de signos que expresa ideas", en palabras de Ferdinand de Saussure, podía haber adoptado cualquier otra forma, como el lenguaje de signos de los sordos, y la literatura y la ciencia no lo habrían notado necesariamente. Pero triunfaron los sonidos y, de su mano, la humanidad. Como en una lucha por la supervivencia, las lenguas reproducen el modelo de la evolución de las especies y su variabilidad. Unas lenguas se parecen mucho, como el portugués y el español, y otras no presentan apenas rasgos comunes como el árabe y el chino; las hay que han abarcado una gran extensión de terreno como la familia indoeuropea o la semítica y otras como el euskera, que no llegan a los dos millones de hablantes. Al igual que las especies, las lenguas se agrupan en familias y provienen de la evolución y diferenciación de otras más antiguas, tal como el español proviene del latín o el perro, del lobo. En consecuencia, el estudio de la evolución de las lenguas, de sus préstamos e influencias y de su árbol genealógico da una imagen fidedigna de los avatares que han seguido los pueblos que las hablan. Hasta tal punto que se puede seguir la historia de las civilizaciones a través de los rastros que han quedado en sus lenguas, como si estas fueran los genes de la humanidad.

En la misma la península ibérica la larga colonización romana tuvo su reflejo lingüístico en la impronta que dejó el latín, del que derivan todas las lenguas habladas hoy excepto el euskera. Era un latín, sin embargo, que ya se había alejado del clásico en el que escribieron Julio César y Cicerón. Había perdido algunas letras al final de las palabras como la m final del acusativo, igual que el español ha relajado hoy la d del participio como en terminado o acabado que tienden a pronunciarse coloquialmente como terminao y acabao. Incluso muchas de las palabras que dieron origen a las lenguas romances no provenían del latín clásico, sino de uno más popular, llamado hoy latín vulgar, que era el que realmente se hablaba. Así, las palabras para nombrar al caballo son: caballo (español), cheval (francés), cavallo (italiano), cavall (catalán) o cal (rumano). Ninguna proviene de la palabra latina clásica equus. Los latinos preferían usar en el habla diaria el término caballus que venía a describir con cierto tono entre burlón y afectuoso a un caballo de carga o jamelgo. El latín clásico había quedado pues para la literatura y el intercambio burocrático entre las distintas administraciones del imperio. Algo así como el árabe estándar de nuestros días que se mantiene en los medios de comunicación (como Al Jazeera) y que todos entienden (aunque no todos lo hablen) a pesar de haber derivado en multitud de dialectos desde Marruecos hasta Irak. El latín siguió siendo usado como lengua culta o administrativa varios siglos después de la caída de Roma. Esto dificultó la aparición de rastros escritos de las lenguas romances hasta prácticamente pasado el año 1.000 de nuestra era. Durante varias centurias siguió siendo el idioma de la Iglesia, los nobles, el comercio, la administración y la ciencia.

El otro gran pueblo dominador de la península fue el árabe. Su rastro quedó en el idioma en forma de palabras de los campos en los que más destacaron. En la agricultura nos dejaron acequia, aceite, aceituna, fanega o naranja, que a través del francés dio orange en inglés, que unido al artículo indefinido se escribe an orange y se pronuncia como a norange, más parecido a su origen árabe. En el campo de la construcción dejaron tabique, alféizar, azotea, azulejo o adobe. En el de la guerra y la administración: alcázar, alférez, jinete, aduana o tarifa. Algunos nombres de oficios y herramientas de origen árabe son albañil, alfarero, alhaja o alicates. Otras palabras de origen hispanoárabe son almohada y zagal. A través del latín, no directamente desde la península, dejaron aportaciones al mundo de las matemáticas como álgebra o algoritmo. Era de esperar que una presencia de ocho siglos en la península se tradujera en un legado lingüístico tan vasto y que todavía pervive mucho después de la toma de Granada.

Considerando que la presencia árabe se hizo efectiva a través del dominio militar, no parece descabellado aventurar que algunas de las primeras palabras que relacionaron a los habitantes de la Hispania visigoda con los invasores árabes pudieron haber sido rehén y mazmorra. Eran tiempos más bárbaros en los que la mayoría de los contactos entre civilizaciones tenía algún componente bélico. No obstante, dejando de lado este factor, es innegable que el contacto mismo daba lugar a indudables avances en el conocimiento derivados del intercambio de ideas y técnicas, fielmente reflejado en los préstamos lingüísticos. Así, los árabes que llegaron a la península resultaron ser unos expertos agricultores que habían perfeccionado en gran medida la rotación de los cultivos y la irrigación. Fruto de la implantación de estas técnicas de cultivo fue la adopción por los hispanos de palabras como noria, ya que fueron aquellos quienes la introdujeron en la península para sacar agua de ríos y pozos, o acequia, con la que nombraban unas canalizaciones para el regadío más modestas que los imponentes acueductos romanos, pero igual de eficaces. Tal era su maestría que, cuando los moriscos que poblaban la Alpujarra fueron expulsados en 1568 tras una revuelta, la Corona española exigió que dos familias permanecieran en cada pueblo para instruir a los nuevos pobladores en la forma de sacar el máximo partido de su sistema de irrigación de terrazas. El intento fracasó y todo el entramado del regadío árabe fue sustituido por métodos castellanos. Además de por la agricultura demostraron gran interés por la ciencia. Sus contribuciones a este campo del conocimiento tuvieron lógico reflejo en la aportación al castellano de palabras como cifra, alcohol, alambique, alcalino, almanaque, jarabe o jaqueca. Eran considerados buenos médicos, astrónomos y alquimistas; y, en general, como toda civilización viajera, grandes divulgadores del conocimiento.

Los musulmanes tuvieron un protagonismo indirecto en el siguiente capítulo de la historia europea. El férreo control que ejercía el imperio otomano sobre la ruta de la seda, de la que dependía Europa para aprovisionarse de especias y otras mercancías del lejano oriente, lanzó a las potencias europeas a la búsqueda de rutas marinas alternativas. Constancia lingüística de los fines comerciales del descubrimiento de América fue el nombre que se le dio: las Indias, pues allí era donde Colón pretendía arribar para comerciar con especias. Hasta el siglo XIX así fueron denominadas tradicionalmente las colonias españolas de América, a pesar de que hacía mucho tiempo que Américo Vespucio había dejado claro que las nuevas tierras descubiertas eran un continente distinto. Incluso la custodia de toda la documentación administrativa fue centralizada en el llamado Archivo General de Indias con sede en Sevilla. A esta confusión también le debemos el apelativo de indio para los nativos americanos.

Desde América se importaron a Europa productos que jugaron un papel tan importante para la economía y para la dieta como el maíz, el tomate, el cacao y el chocolate, el cacahuete o maní, el tabaco y los cigarros, y, por supuesto, la patata. Todos ellos fueron nombrados en castellano con el vocablo indígena. Lo mismo ocurrió con los nombres de los animales autóctonos: el colibrí, el jaguar o el caimán. Dado el menor avance tecnológico de las civilizaciones amerindias, las principales aportaciones a la lengua castellana fueron del ámbito de la flora y la fauna. En la administración se tomó la palabra cacique, con que las comunidades taínas de las Antillas designaban a sus líderes, para nombrar a cualquier autoridad indígena, desde la más poderosa a la más humilde. De esta manera se evitaba concederles el trato de señor. Esta palabra todavía pervive en el castellano peninsular adaptada a la estricta idiosincrasia castellana; muy alejada del original cacique indio, el líder que propone soluciones juiciosas para que una asamblea decida. En el caso de los americanismos, por último, se da una circunstancia extraordinaria: se tiene constancia del primer préstamo americano adoptado por el castellano; es la palabra canoa, tal como la usó Cristóbal Colón en el diario de a bordo de su primer viaje: "Viernes 26 de octubre. Estuvo de las dichas islas de la parte del Sur. Era todo baxo cinco o seis leguas, surgió por allí. Dixeron los indios que llevava que avía de ellas a Cuba andadura de día y medio con sus almadías, que son navetas de un madero adonde no llevan vela. Estas son las canoas".

Cualquier idioma se presta a un análisis similar. Los anglos y los sajones exportaron su lengua germánica a Inglaterra desde los territorios que hoy forman Alemania. Aprovechando la retirada de los ejércitos romanos, a mediados del siglo VI llegaron a las islas británicas y sojuzgaron a los britanos, pueblos celtas a los que relegaron a las tierras de Gales y Escocia o a la emigración al continente (véase la Bretaña francesa a la que acabaron dando nombre). Como resultado, tanto en Escocia como en Gales e Irlanda sobreviven lenguas autóctonas de origen celta; mientras que en el léxico inglés prácticamente no ha quedado rastro alguno. Por el camino el antiguo inglés fue aligerando peso deshaciéndose de las conjugaciones y declinaciones, que sí perduran en el alemán, su lengua hermana. No sería la última vez que la influencia germánica se hiciera notar. A finales del siglo VIII otros pueblos germánicos que habían poblado Escandinavia impusieron el terror en las costas europeas: eran los vikingos. Ataques y conquistas que llegaron hasta la Galicia española dejaron su huella en el inglés. El grupo consonántico sk, desconocido para los ingleses, irrumpió en su idioma con gran fortuna en palabras como sky (cielo) o skin (piel). También introdujeron el Thursday (jueves) o día de Thor, el dios nórdico del trueno. Así dejaron constancia histórica de una época de feroces ataques por mar, que a falta de testimonio escrito, quedó inmortalizada en el habla de los pueblos saqueados.

Otro rasgo destacado del inglés es la presencia de palabras de raíz latina junto a las anglosajonas, hasta el grado de duplicar ciertos conceptos como en los binomios freedom/liberty (libertad), help/aid (ayuda) y wish/desire (desear) que significan lo mismo. La presencia latina en el vocabulario inglés llegó por varias vías. A partir de la conquista de Inglaterra por los normandos de Guillermo el Conquistador, el inglés tomó gran cantidad de palabras del normando y luego directamente del francés de la región de París. Los normandos eran un pueblo vikingo que dio su nombre a la Normandía francesa, a la que impuso sus costumbres pero de la que adoptó su lengua. A raíz de su conquista de Inglaterra el francés se convirtió en la lengua de la corte, la administración y la justicia, además de la lengua de la nobleza, durante 300 años. El pueblo por su parte siguió hablando el inglés de la época. Así, tenemos que los préstamos del francés estaban relacionados con el ámbito de la cultura, la vida en la corte y la política: parliament (parlamento), government (gobierno), council (consejo, junta), justice (justicia), country (país), people (pueblo, gente). Mientras que las principales palabras de la vida cotidiana seguían teniendo raíz inglesa: love (amor), sleep (dormir), eat (comer), buy (comprar), foot (pie). Aunque algunos de los préstamos del francés también eran menos formales: table (mesa), chair (silla), fruit (fruta), travel (viaje).

La otra gran puerta de entrada de lo latino en el inglés fue directamente el latín, introducido en Britania por las legiones romanas y que permaneció durante la cristianización de la isla. El latín era el idioma de la Iglesia. Pero también era una lengua de prestigio y culta de la que toda Europa ha extraído neologismos para las ciencias sociales o naturales. De hecho, grandes científicos siguieron escribiendo sus obras en latín. Entre los casos más notables se encuentran De revolutionibus orbium coelestium (1543) del polaco Copérnico, en la que expuso su teoría heliocéntrica; Astronomia Nova (1609) del alemán Johannes Kepler, en la que describe sus famosas tres leyes del movimiento de los planetas o Philosophiæ naturalis principia mathematica (1687) donde el inglés Isaac Newton describió las leyes del movimiento de la mecánica clásica, incluida la ley de la gravedad. El español, paradójicamente, tampoco se libra de nuevas oleadas de influencia de lo latino. Como ejemplificaba Amado Alonso, el verbo latino glattire siguió su evolución natural hasta dar el español latir. Mientras, en la época de los humanistas se introdujo el neologismo latente derivado directamente del latín latere, que significa estar escondido y que hizo fortuna con el sentido figurado de encubierto, secreto, misterioso, solapado, en acecho. Pero en la actualidad los dos adjetivos provenientes del participio activo de dos verbos diferentes, latiente y latente, simplemente porque son palabras parecidas, tienden a contagiarse de sus significados y cada vez es más frecuente el uso de latente en expresiones del tipo de un amor latente en las que ese latente cobra el sentido de ardoroso, palpitante y, en definitiva, latiente.

"Como nación independiente, el honor nos demanda tener un sistema propio tanto en la lengua como en el gobierno", Noah Webster.

Hasta ahora hemos mencionado cambios consumados de cocción lenta. Ocurre, sin embargo, que a veces una persona sola tiene especial protagonismo en los cambios de una lengua, siendo el abanderado de una corriente que los propugna. Le ocurrió al inglés en la figura de Noah Webster. Las colonias americanas de Inglaterra habían obtenido la independencia en 1776. Los aires de cambio de la reforma política que supuso de un golpe la independencia, el fin de la obediencia a un rey y la instauración de una república que ponía al hombre en el centro, debió inculcar en la conciencia de la joven nación el sentimiento de partir de cero y la posibilidad, por tanto, de liberarse de los errores del pasado. Este aire reformista impregnó el campo de la lengua, donde el inglés es famoso por la diferencia entre la escritura y su pronunciación. El nacimiento de una nueva nación les pareció a algunos la situación propicia para romper con las servidumbres que arrastraba el idioma que hablaban. Su escasa acumulación bibliográfica en comparación con la metrópoli hacía de ese momento el ideal para incluir cambios ortográficos. En palabras del propio Webster: "Una ventaja capital de esta reforma en estos estados sería que crearía una diferencia entre la ortografía inglesa y la americana (...). Ya que la alteración, aunque pequeña, fomentaría la publicación de libros en nuestro país. Haría necesario en alguna medida que todos los libros debieran ser imprimidos en América. El inglés [con las normas de Inglaterra] nunca copiará nuestra ortografía para su uso; y, por tanto, el mismo libro impreso no valdrá para ambos países. Los habitantes de la presente generación leerán los libros impresos con la ortografía inglesa; pero las posteriores generaciones, que habrán aprendido una escritura diferente, preferirán la ortografía americana". Noah Webster era un lexicógrafo que publicó en 1806 la primera edición del diccionario de inglés, ahora llamado Merriam-Webster en su nombre, que ha acompañado a los americanos hasta el presente. Antes, en 1786, ya había escrito el libro de ortografía que rompió con los áridos textos británicos de la época y puso énfasis en el tono pedagógico que debía tener todo manual escolar, de modo que el aprendizaje de la lengua fuera lo más gradual y fluido posible. Este manual de ortografía se convirtió en la referencia durante décadas de los colegios estadounidenses y de los muy americanos spelling bees, los famosos concursos escolares de ortografía. El prestigio alcanzado le permitió ir incluyendo paulatinamente en las sucesivas ediciones del libro leves modificaciones en la escritura de determinadas palabras adaptándolas más literalmente a su pronunciación. Fue introduciendo cambios que se aceptaron con naturalidad como: la sustitución del sufijo -re del inglés británico por el más cercano al sonido pronunciado -er en palabras como theater/theatre o center/centre. Otras palabras modificadas junto a la versión británica son: color (Am.)/colour (Br.), defense/defence, traveler/traveller. Todo el prestigio de Webster y sus partidarios, sin embargo, no fue suficiente para que los hablantes estadounidenses aceptaran sus propuestas más radicales: giv/give, frend/friend, bilt/built, speek/speak, neer/near, korus/chorus, iz/is. Cierto que acercaban la escritura a la pronunciación, cierto que sistematizaban la ortografía del inglés, cierto que facilitaban el aprendizaje de la lengua; pero ni los niños ni los alumnos extranjeros de inglés pudieron hacer valer sus opiniones, como suele pasar en estos casos, y las propuestas no prosperaron, quizás como muestra de lo personal que es para el hombre su lengua, más cercana a los gustos, a lo que se quiere y estima, que a lo que simplemente se usa.

Estas reformas ortográficas no son algo inaudito. Muchos países las acometen. El alemán fue aprobando sus reformas más recientes en 1880, 1901 y 1996; el holandés en 1864 y 1883, 1934, 1996 y 2006. En la segunda mitad del siglo XX China introdujo el chino simplificado (frente al chino tradicional) caracterizado por unos ideogramas más sencillos de escribir, sin tantos trazos, que agilizaban la escritura y el aprendizaje. En el español la RAE opta por continuos cambios sutiles en vez de acumularlos en grandes reformas puntuales. Como quiera que la prensa suele respetar el prestigio de la institución aceptando sus reglas, nos hemos acostumbrado a cambios del tipo: guión (antes)/guion (tras la última reforma), carnet/carné, chalet/chalé (y se adivina que en poco tiempo debú sustituirá al actual debut). Ya no consideramos la ch y la ll como letras del abecedario, sino como dígrafos (signos ortográficos de dos letras), y pronto dejaremos de escribir en mayúsculas los nombres genéricos que designan accidentes geográficos como península ibérica, que han perdido su pe y su i capitales.

Al igual que en el caso de Noah Webster para el inglés, el español ha tenido firmes defensores de una reforma ortográfica más radical, como Juan Ramón Jiménez o Andrés Bello, que abogaron por asignar un único sonido a cada letra y escribir así: jitano o jema y dejar la ge para el sonido más suave de gato o gusto; eliminar la h muda; sustituir la x por s allí donde se pronuncia como tal: esperto, esterior; o eliminar una de las letras redundantes: la b o la v. Gabriel García Márquez se expresaba así al respecto en su discurso de inauguración del Primer Congreso Internacional de la Lengua Española de 1997: "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos (...) ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?". No es necesario decir que reformas tan radicales no han tenido demasiado éxito; quizás, por su envergadura. Tal vez el hablante o escribiente, en este caso, se muestre más receptivo a cambios menores y más repartidos en el tiempo y prefiera, por otro lado, evitar el desfase inmediato que sufriría todo el acervo bibliográfico de varios siglos atrás.

Volviendo al inglés, pero sin abandonar el español, un caso paradigmático de la extraña tela de araña que teje el lenguaje es el verbo español perdonar y su equivalente inglés forgive. Aparentemente nada los une. Pero descomponiendo cada una de las palabras tenemos que perdonar viene de la combinación de la preposición latina per, con significado de por y el verbo donare (dar). Y si analizamos la palabra inglesa obtenemos la preposición for (por) y el verbo give (dar). Con lo cual se constata que forgive tiene la misma composición semántica que perdonar pero con raíces anglosajonas. ¿Cómo ha podido ocurrir esto? ¿Tal vez por la procedencia del latín y el germánico de la lengua común indoeuropea? No parece la causa. Más razonable es remontarnos a los orígenes germánicos de forgive que dieron en alemán vergeben formada por el prefijo ver- (cercano al for inglés) y el verbo geben (dar). Podemos concluir que el antiguo germánico común tomó del latín una traducción literal de perdonare a través de los contactos entre ambos pueblos, romanos y germánicos, en las fronteras comunes del Rin y el Danubio y que este préstamo fue llevado consigo a Britania por los anglos y sajones.

Las lenguas romances y germánicas siguen en nuestros días su particular comercio alrededor de otra frontera igual de vasta y permeable que la del Danubio de la época romana: hablamos de otro río, el río Grande que separa Mexico de los Estados Unidos, donde una lengua de fusión se ha instalado a ambos lados de la frontera. Nos referimos al Spanglish o inglañol según se prefiera. Al respecto de la naturalidad con que los hablantes mezclan ambos idiomas, el escritor mexicano Carlos Fuentes contaba como mientras visitaba a unos amigos en California, se interesó por la ocupación de uno de los hijos del matrimonio y le respondieron que "deliberaba groserías". La reacción inmediata fue de estupor porque a alguien le pudieran pagar por semejante trabajo (pensar insultos), hasta que le aclararon que lo que hacía tenía que ver con "deliver groceries", es decir, reparto a domicilio de ultramarinos. De esa manera se enriquecen o se corrompen dos lenguas por su mutua influencia; del mismo modo que las especies se cruzan.

Lo visto hasta ahora, el contacto y la mezcla de lenguas, es la norma, porque así se deriva del comportamiento de los pueblos. Pocos pueblos han logrado encerrarse en sí mismos, ser tan autosuficientes que no hayan necesitado del intercambio comercial con sus vecinos. Ni siquiera los chinos con su Gran Muralla lo consiguieron. El comercio es esencial en el desarrollo de las civilizaciones, pues es la forma que tienen de compartir el conocimiento y avanzar en el desarrollo. El comercio implica contacto y ahí es donde las lenguas se hacen permeables a las influencias mutuas. Incluso del contacto con pueblos menos desarrollados técnicamente como los de la América precolombina se derivó un intercambio de conocimiento que mejoró la agricultura europea con las dos cosechas anuales que permitía el cultivo del maíz. De hecho, cualquier pueblo que ha dominado la península ha dejado su huella en el idioma y en la técnica. Por no remontarnos a la colonización fenicia del litoral mediterráneo, los romanos dejaron su lengua junto a innumerables vías, teatros, acueductos y demás edificios públicos. El legado árabe ya ha sido comentado también. Incluso la invasión napoleónica fue una vía de entrada y consolidación de las ideas revolucionarias francesas: nuestro código civil de 1889 se inspiró en el código civil francés de 1804. Todo esto hay que tenerlo en cuenta antes de enjuiciar la gran cantidad de préstamos del inglés (la lengua franca de la actualidad) que recibe el castellano. Junto al neologismo, la nueva palabra, llega el conocimiento, el producto y el progreso. ¿Qué hubiera sido de la ciencia occidental en manos del rudimentario sistema de cifras romano, si a través de España y el norte de África gente como Fibonacci no hubiera introducido en Europa la numeración arábiga, que no es otra cosa sino el idioma que hablan las matemáticas? A los árabes, por su parte, esta numeración les llegó a través de los persas y a estos, de los indios. Por ello son tan importantes los contactos entre los pueblos, la apertura de las fronteras y la facilidad de los viajes, para el desarrollo óptimo de todas las comunidades, para que el flujo del conocimiento deje huella en las lenguas, pero también en el bienestar de las personas.

En nuestros días la lengua continúa su evolución. Pretender algo distinto, no sería lógico. Por suerte las relaciones idiomáticas ya no se deben tanto a invasiones militares, como a movimientos migratorios y colonización cultural. Del primer caso tenemos el ejemplo de la influencia del italiano en la pronunciación y el vocabulario del español de Argentina, fruto de la fuerte inmigración de aquel país que llegó a Argentina a partir de 1853. La irrupción más reciente del mundo de Internet y los ordenadores hizo aparecer en español términos prestados del inglés; algunos españolizados como computadora (de computer) o píxel (de pixel); otros en los que se adoptó la palabra inglesa sin modificación como microchip o software, y algunos traducidos directamente del inglés como disco duro (hard disk), según el mismo proceso por el que perdonare dio forgive. Los años 80 también dejaron otro tipo de impronta en el español de la península con palabras como yonqui (drogadicto), talego (cárcel, billete de mil) y mono (síndrome de abstinencia). Así era la vida; así, la lengua.

"El lenguaje es un proceso de libre creación; sus leyes y principios son fijos, pero la manera en la que se usan los principios de generación es libre e infinitamente variada", Noam Chomsky.

Las vicisitudes de una sociedad, pues, dejan su impronta en el idioma y lo hacen evolucionar. Hasta ahora hemos visto cómo se comporta una lengua frente a influencias exteriores. Nos vamos a ocupar en adelante de los mecanismos que afectan a la lengua cuando viaja en solitario. Como en todo viaje, se produce un cambio, que en el caso de las lenguas responde a un balanceo constante entre lo arbitrario del sentir de los hablantes y el respeto a las estructuras regulares que dan forma al idioma. De todos los mecanismos que intervienen en la evolución lingüística, el que produce transformaciones más caprichosos afecta a la fonética. En efecto, determinados sonidos cambian porque sí, porque la comunidad se siente más cómoda con unos que con otros. No existe una explicación de por qué los hablantes en determinado momento prefirieron la d a la t en el participio produciendo la siguiente evolución desde el latín al español: amatus > amado o auditus > oído. La regla general dice que la t intervocálica latina evolucionó en español hacia una d como en senatus > senado y totus > todo. No podemos ir más allá en la explicación excepto para admitir que semejante cambio es totalmente arbitrario. No tiene más explicación que su existencia. Y al igual que la aparición de nuevas palabras, es una evolución que no cesa. El participio pasado latino terminado en -atus se transformó en español en participio terminado en -ado. Y esta terminación evoluciona en la lengua hablada hacia una terminación con la d debilitada e incluso desaparecida, una terminación en -ao: terminao, trabajao o revelao.

Antes de continuar vamos a ver un ejemplo de la evolución típica que ha sufrido una palabra, hombre, hasta llegar al castellano proveniente del latín. Al igual que el español conjuga sus verbos dándoles una terminación distinta según la persona y el número (com-o, com-es, com-e, com-emos, etc.), el latín daba distintas terminaciones a sustantivos y adjetivos dependiendo de su función sintáctica. Son lo que se llama declinaciones. Así, una palabra terminaba de una determinada forma cuando su función en la frase era la de sujeto (homo, hombre en latín), cuando era complemento directo (hominem) o cuando actuaba de complemento indirecto (homini) o complemento circunstancial (homine), con sus correspondientes variaciones para el plural. Esto hacía que el orden de la palabra en la frase no importara y en gran medida tampoco necesitara de preposiciones. En español las declinaciones han desaparecido igual que lo hicieron en su mayor parte las conjugaciones verbales en el inglés (el verbo to be todavía se conjuga: I am, you are, he is, we are... y la s de la tercera persona del presente es un residuo de cómo se conjugaban los verbos en el pasado). Las palabras españolas no provienen del caso nominativo (función de sujeto), sino del caso acusativo, es decir, el de las palabras que actúan como complemento directo. Por lo tanto, el español hombre, no deriva del latín homo, sino de su forma acusativa (complemento directo) hominem. Ya en latín, la m final del acusativo se fue debilitando cada vez más hasta dejar de pronunciarse y dar la palabra *homine (el asterisco indica que no existe constancia escrita de la palabra y es, por tanto, reconstruida para la explicación). El acento recayó en la o y la siguiente vocal (postónica), que en latín era breve, desapareció dando *homne. Como quiera que la pronunciación del conjunto mn no le agradaba al hablante peninsular, la n se transformó en r, dando lugar a *homre. Por el camino, entre la m y la r se coló una b, que no cambiaba mucho la pronunciación, pero la facilitaba según el criterio de la época, dando el actual hombre. Esta ha sido la evolución resumidamente: hominem > *homine > *homne > *homre > hombre. La especial terminación en -es de algunos plurales españoles se explica también recurriendo a los acusativos latinos. Los acusativos singular y plural de los nombres y adjetivos masculinos provienen en su mayor parte de la segunda declinación latina como en dominum-dominos que dio en español dueño-dueños. Mientras que para el femenino, la primera declinación evolucionó del latín rosam-rosas al español rosa-rosas. Existen una serie de palabras castellanas que no forman el plural añadiendo una s, sino el sufijo -es. Por ejemplo canción-canciones. Esa particular terminación proviene de la tercera declinación latina que formaba el acusativo cantionem (singular)-cantiones (plural). El italiano, que ha derivado sus plurales del caso nominativo y no del acusativo, como el español, los forma en el caso masculino con la terminación -i y en el femenino con la terminación -e tal como se declinaba el plural del nominativo en latín. En italiano hombres no viene de homines, sino del nominativo plural homini, que ha dado uomini. Para los femeninos la regla es equivalente, el plural de rosa en italiano, rose, proviene del caso nominativo plural latino rosae que evolucionó en rose.

"El hombre actúa como si fuese configurador y amo del lenguaje; mientras que, de hecho, el lenguaje sigue siendo el amo del hombre", Martin Heiddeger.

La evolución así explicada ha ocupado varios siglos hasta llegar al presente. La falta de perspectiva nos hace creer, sin embargo, que la lengua no está cambiando actualmente más allá de la incorporación de léxico nuevo, aun cuando ciertos cambios son fáciles de detectar. Uno de ellos es la evolución del sonido de la letra equis, que se mantiene como ks cuando aparece entre dos vocales, como en taxi, pero se relaja prácticamente en una s cuando se encuentra ante una consonante como en experiencia, que tiende a pronunciarse esperiencia y provoca tantas faltas de ortografía en las escuelas. No obstante, los lentos cambios que se producen en la esfera temporal y que no podemos apreciar, se dejan ver mejor en el espacio. El seseo (pronunciación de las ces y zetas como eses: sine en vez de cine) tal como se habla en algunas partes de Andalucía no es producto de la ignorancia, sino de una especial evolución que el castellano tuvo en aquella tierra, que fue exportada a Hispanoamérica, y que se remonta a los siglos XVI y XVII, cuando la variedad de sonidos sibilantes del castellano se simplificó hasta quedar reducida a los dos de las actuales zeta y ese. Pero en Andalucía la evolución fue distinta y por otros caminos simplificó más todavía, reduciendo los sonidos de la ese y la zeta a uno solo. Para poner un ejemplo de evolución dialectal más sencillo de explicar, veamos qué pasa en Andalucía con la h inicial. En algunos modos de hablar andaluces la hache inicial se pronuncia a veces aspirada (como la hache inglesa de hello, es decir, una especie de jota suave): jarto, jambre o jumo. Véase la frase: "¡Vaya jartá de comer m'he pegao!". Mientras que otras veces la hache es una hache muda normal del castellano: hombre, haber. Debe existir una explicación, pues no es que un sonido no se sepa pronunciar, sino que se pronuncia unas veces sí y otras no. Para entenderlo debemos recurrir al latín. Las palabras que se escribían en latín con hache se siguen pronunciando con hache muda: hominem > hombre o habere > haber. Mientras que las palabras pronunciadas con hache aspirada son las que en latín se escribían con f inicial: fartum > harto, faminem > hambre o fumum > humo y que en su evolución desde la f inicial latina a la hache muda castellana pasaron por una larga fase en la que esa hache se aspiraba. Algunas hablas andaluzas conservaron ese rasgo, en contraste con su desaparición en el resto de España. Se entiende ahora por qué la especial pronunciación del español en Andalucía se debe a una evolución propia. Desde un punto de vista lingüístico no se puede decir que se hable mejor el castellano en el resto de España que en Andalucía. El único análisis objetivo posible es decir que en España han convivido dos variantes dialectales del español: el andaluz y el de Castilla, por ponerle el nombre de la región más grande en que se hablaba. Diversas vicisitudes políticas hicieron que uno de ellos se impusiera como español estándar: quizás por abarcar un territorio más amplio o, más probablemente, por ser la variante que se hablaba en la corte. Este hecho no es ninguna singularidad. Ya se dio en Francia, donde se eligió el francés de la región de París (l'Île-de-France) como idioma oficial de todo el país. O en Italia, donde entre todos los dialectos hablados se eligió el de la Toscana por haber sido la lengua de los grandes escritores Dante y Petrarca.

La situación del habla andaluza respecto al español estándar quizás no esté lo suficientemente diferenciada como para darle la categoría de dialecto, puesto que no ha afectado a la gramática, pero nos permite ver los estadios iniciales en los que una lengua se empieza a diferenciar de otra hasta dar lugar eventualmente a un dialecto distinto y con el tiempo a una lengua nueva. Una fase más avanzada en esta separación la encontramos en el árabe. Al hablar de lengua árabe nos estamos refiriendo a tres realidades: el árabe clásico (fusha) en el que se escribió el Corán; el árabe estándar, que es una simplificación del anterior y el usado en la administración, la escuela, los libros y los medios de comunicación (el que permite que Al Jazeera se entienda desde Marruecos a Irak); y, por último, los diferentes dialectos de cada región o país. En todos los países se entiende el árabe de Al Jazeera, pero el pueblo no lo suele hablar. Y cuando un jordano intenta hablar con un marroquí o un argelino, lo normal es que no se entiendan, a no ser que hablen ese árabe estándar. De ahí la importancia que para el castellano ha desempeñado la Real Academia Española y sus equivalentes hispanoamericanas, que han permitido mantener la unidad del español para que todos nos entendamos. Tan importante fue el papel jugado, que durante largos años, tras la independencia, fue el único vínculo que quedó en pie entre España y sus antiguas colonias.

Toda esta libertad que se toman los hablantes a la hora de introducir modificaciones en su lengua representa una fuerza centrífuga que choca con la regularidad de las formas gramaticales. Uno de los contrapesos que contribuyen a su regularidad es lo que los lingüistas llaman analogía. Es el fenómeno que permite que a través de los cambios, se mantenga una estructura regular al conjugar los verbos; que las conjugaciones irregulares sean una excepción y que la terminación de la primera persona del pretérito imperfecto, por ejemplo, sea -ía o -aba; es la responsable de que unos cuantos sufijos se usen comúnmente para construir un adjetivo a partir de un sustantivo como la terminación -al que produce medicina > medicinal, término > terminal o labio > labial, o el sufijo -ción que normalmente transforma verbos en sustantivos que expresan la acción del verbo: grabar > grabación, prohibir > prohibición o representar > representación. La potencia reguladora de la analogía se manifiesta claramente en el caso de los participios irregulares del español. El verbo elegir tiene un participio que proviene de la forma latina electus y que dio en español electo. Los hablantes lo sintieron como extraño y fueron decantándose por la forma más regular de elegido. El proceso mental fue una sencilla regla de tres: si del verbo comer tenemos el participio comido, entonces, del verbo elegir nos suena mejor elegido. Otros casos parecidos son: incluir > incluso (del latín inclusus) > incluido (por analogía), corromper > corrupto (del latín corruptus) > corrompido. Muchos hemos experimentado la resistencia a usar el participio irregular de imprimir en frases como: "He impreso el examen". La fuerza de la analogía es tan grande que nos presiona para elegir la variante: "He imprimido el examen", más acorde con la sensibilidad del hablante del siglo XXI. En cambio, otros participios irregulares se mantienen con naturalidad conservando su frescura. Son casos como escrito y roto, que no se han regularizado en *escribido y *rompido (el asterisco lo usamos en este caso como indicativo de palabra no perteneciente a la lengua). Parece ser, pues, que el uso muy frecuente de una palabra hace que desaparezca la extrañeza que produce su irregularidad y permite que el hablante se encuentre a gusto usándola. Queda así a salvo de la transformación analógica.

La analogía no es algo automático e instantáneo. No funcionan así las lenguas. Todas las variaciones pasan el examen del tiempo antes de ser aceptadas o rechazadas. Lo vamos a ver mejor con ejemplos. Hubo unos verbos castellanos que formaron el pretérito indefinido con las terminaciones -uve y -uje. El verbo conocer tuvo una forma antigua del pretérito indefinido conuve que evolucionó por analogía a la forma más regular conocí (como viví o comí), que está plenamente aceptada. La evolución la vamos a representar así: conocer > conuve > conocí. De la misma manera tenemos la secuencia andar > anduve > *andé, en la que la forma analógica *andé no está aún aceptada, pero se adivina como sustituta del actual anduve. En un estadio distinto se presenta la secuencia tener > tuve > *tení, donde la forma analógica *tení no goza de aceptación alguna excepto en el habla de los niños.

El último motor de cambio idiomático que vamos a tratar es el de la etimología popular. Se trata de malas interpretaciones de la composición o el significado de algunas palabras de las que se derivan cambios semánticos. La lingüística permite rastrear las huellas de la etimología popular en el idioma como si de una novela de misterio se tratara, llegando a desenlaces inesperados. Un caso todavía en evolución es el mal uso del adjetivo antediluviano que expresa un tiempo pasado muy lejano mediante la adición del prefijo ante al adjetivo diluviano dando a entender que el hecho al que califica ocurrió antes del diluvio universal. Como quiera que el prefijo temporal ante- es bastante menos frecuente en castellano que el negativo anti-, los hablantes interpretan erróneamente la palabra en conjunto como *antidiluviano, con lo que pierde la posibilidad de una interpretación etimológica mediante la descomposición de sus partes. Una palabra sí aceptada plenamente que ha recorrido el mismo camino es antifaz, que proviene de ante + faz (cara), es decir, lo que está delante de la cara. Este proceso de modificación y asimilación de las partes de una palabra es muy común en las lenguas. Tomemos el adjetivo somnoliento que proviene del latín somnolentus. Aparentemente nos remite al sufijo -lento y a su equivalente latino -lentus que utilizan tanto el latín como el español para crear adjetivos a partir de sustantivos indicando que posee la cualidad del sustantivo al que se une. Por analogía lo asimilamos a las siguientes construcciones: sucus (jugo en latín) > suculentus (jugoso) > suculento, corpus (cuerpo) > corpulentus > corpulento, sanguis (sangre en latín) > sanguinolentus > sanguinolento. Sin embargo, la relación de somnoliento con los procesos anteriores solo se debe a la fuerza analógica que el muy común sufijo -lento ejerce en la conciencia del hablante. En realidad, el somnolentus latino no consta de una raíz somno y un sufijo -lentus, sino que tiene dos raíces unidas en una palabra al estilo de sacacorchos o abrelatas y la división correcta del adjetivo latino en sus orígenes más remotos era somn (de sueño) y olentus (del latín olere, oler). Es decir, significaba el que huele a sueño, como vinolentus significaba el que huele a vino. Eso explica la aparición de la i en somnoliento. Esa i no ha surgido de la nada. Es la misma i que aparece en el participio de presente del verbo oler: oliente en su devenir natural del latín al español, que se abre paso a través de la lengua reclamando sus derechos sobre el verdadero origen del adjetivo somnoliento.

No siempre cambia la grafía de la palabra, a veces solo lo hace el sentido. La locución latina ipso facto (por el hecho mismo) ha pasado al castellano desde el latín sin modificación. Ipso facto tenía en sus orígenes un claro componente causal. Un uso paradigmático de la expresión lo encontramos en frases del tipo: "Al adquirir la nacionalidad alemana, se pierde la española ipso facto". Es decir, que por el mismo hecho de adquirir la nacionalidad alemana, se pierde la española. Ipso facto indica una consecuencia. El matiz de inmediatez temporal era solo un derivado del hecho causal. Hoy en día ha prevalecido ese matiz temporal que solo estaba implícito en un principio y la expresión ipso facto se ha convertido, en la práctica, en sinónimo de inmediatamente cuando en el habla coloquial se quiere introducir una cuña culta como en la expresión "Ven aquí ipso facto". Algo parecido pasa con la palabra homosexual, que vale tanto para el sexo entre hombres como entre mujeres. Se interpreta como sexo entre hombres deduciendo erróneamente que la raíz homo proviene del nominativo latino homo (hombre), cuando en realidad viene del griego homo que significa igual y se usa en palabras como homogéneo (de igual género).

No nos debemos asustar, en cualquier caso, ni pensar que estamos corrompiendo la lengua. Los mecanismos de evolución mencionados han existido siempre. Reivindicar una lengua pura sería lo mismo que matarla y, llevado al límite, el grado más puro del español es el latín. Y no parece plausible que alguien reivindique volver a su uso. Cerramos aquí el círculo abierto por unos valientes emigrantes que dejaron sus tierras en el valle del Indo (actual Pakistán) hace muchos siglos y en su camino hacia Europa fueron esparciendo por el mundo la única semilla que portaban en sus equipajes: la lengua indoeuropea que evolucionó hacia el sánscrito, las lenguas germánicas o el latín y que hoy ha germinado en idiomas que van desde el hindi al persa, el ruso, el alemán, el inglés, el español o el portugués. Sigamos a partir de aquí con nuestras vidas honrando y respetando nuestras lenguas, porque el pensamiento, que es lo que nos hace humanos, no puede existir sin el lenguaje, tal como acotaba el filósofo Ludwig Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".